miércoles, 23 de octubre de 2013

Trastorno no empieza por trans


Mamá de mayor quiero ser intersexual, puta, transformada, incómoda para esta sociedad, desgarrada por dentro con coñocimiento de causa, hombre y mujer transitando de un extremo a otro. Mamá, hoy ya soy divina, provocativa, libre. Mamá, de camino comeré todo lo que se me antoje: pollas de medidas oscilantes, coños aromáticos, ostras de la costa africana, devoraré con vocación febril y sin represión laboral incluida. Mamá, mamá, gracias.
Laura Trans, 10 de octubre 2013

Tú me hiciste sentir que no valía
Y mis lágrimas cayeron a tus pies
Me miraba en el espejo y no me hallaba
Yo era sólo lo que tu querías ver.....

Y me solté el cabello, me vestí de reina,
me puse tacones, me pinté y era bella
Y caminé hacia la puerta te escuché gritarme
pero tus cadenas ya no pueden pararme.....
Y mire la noche y ya no era oscura
era de lentejuelas...
Gloria Trevi, Todos me miran



Supuestamente lo catalogado como trans es equivalente a la no inocencia amalgamada con la perversión suprema, pero siendo sincera debo decir que conozco a personas trans que son cándidas y dulces como un pastel confitado con miel. Imagino que, de cara a la sociedad, lo que reduce la supuesta inocencia de las trans es la subversión perenne hacia los estándares del binarismo practicada en su día a día, en el cual reinventan los conceptos que nos enseñaron en los centro de adoctrinamiento masivo. Si gusta usted de desplazarse a través en el espectro de posibilidades que el universo nos ofrece le recordamos que sería conveniente que se dejase transportar por los designios que lo intersex-trans-marica-bollo pueda aportarle. A continuación podrán disfrutar de una amalgama de disertaciones sobre lo trans desde el máximo cariño y amor filial.
Las muy transperras, las muy transadorables, hablemos de las personas trans y de nuestra animalidad inherente. Todas nacemos perras, quién menos quién más, perras cuyo instinto las conduce irremediablemente hacia el acto de aullar y ladrar de forma descontrolada en cualquier esquina o rincón que se precie. Como perras que somos, al perder nuestra animalidad no binarista nos condenamos ad infinitum a una sensación de pérdida, una sensación de no encajar que a menudo genera diferentes estigmas en categorizadas patologías psiquiátricas, estén incluidas en los manuales médicos o no. Entendemos que es muy complejo ubicarse en esta realidad carente de sentido y de lógica biológica, saber dónde carajo se encuentra una, especialmente si intentamos situarnos en función de las identidades normativas, en cuyo caso dicha labor puede pasar de ser ardua a ser prácticamente irrealizable. Si nos informamos de lo que se cuece en los debates sobre el género derramados en los entornos reales y virtuales podremos ampliar nuestro horizonte de posibilidades y, consecuentemente, encontrar una forma de ser más libres que nos haga más felices, poderosas y refortalecidas.
Gracias a las personas, y no gracias a dios como se dice en estos mundos en los que vivimos, existen movimientos de despatologización trans, que abogan por difundir el hecho plausible referido a que las identidades trans no constituyen una enfermedad o patología psiquiátrica per se, amén de reclamar que éstas tienen derecho a la toma de decisiones autónomas sobre su propia identidad sexual sin condicionantes externos. Dicha observación se ve necesaria si consideramos que manuales de psiquiatría como el DSM (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders), relatan de una forma más o menos fantasiosa y/o justificadora las bases del funcionamiento estructural de dicha disciplina, estableciendo un espectro de trastornos mentales estipulados por la Asociación Americana de Psiquiatría, incluyendo el “transtorno de la identidad sexual” o “disforia de género”. Desde aquí reitero mi opinión al respecto, los trastornados son los que escriben este tipo de sandeces de manual; las personas trans no sólo no están enfermas, sino que seguramente sean de las menos insanas de toda la sociedad puesto que se han permitido el lujo de plantearse su conformidad o no conformidad con el género asignado tras su nacimiento.
Huelga decir que a partir de los años '70 los editores y redactores del DSM empezaron a desterrar la homosexualidad como patología tipificada, pero parece ser que el tránsito de un género al otro es suficientemente polémico como para no ser aceptado. La disforia de género es un término que designa a las personas que tienen una discrepancia entre su identidad sexual o de género en contraposición al sexo anatómico y cromosómico. Disforia, como término opuesto a “euforia”, designa disgusto, desajuste o malestar, un poco adecuado concepto que fue introducido, sin vaselina ni anestesia, por el psicólogo neozelandés John Money en 1973.
A día de hoy, las personas trans que deseen modificar su cuerpo necesitan acceder a la atención santiaria en condiciones, tanto para que les apliquen los tratamientos hormonales de tránsito como para la realización de las sucesivas intervenciones quirúrgicas que pueden integrar el proceso de transformación. Es muy importante que el acceso a la sanidad pública se realice en un contexto de calidad y dignidad, algo que -desgraciadamente- todavía no sucede en muchos países, incluido el nuestro. En la casuística perfecta, el proceso de hormonación debería ser libre y voluntario, y siempre con acompañamiento e información sobre los efectos del mismo sobre la persona que se esté sometiendo al tratamiento. Al despatologizar lo trans es previsible que la administración pública se ampare en un clavo ardiendo, si es necesario, para eludir su responsabilidad de asistencia médica gratuita a estas personas, sería de lo más probable que dediquen gran parte de su empeño en labrar excusas o en diseñar un pentatlón burocrático por todos los rincones de la administración.
En este país la “enfermedad trans” se diagnostica desde fuera, por muy bien que te encuentres por dentro, y es imprescindible un diagnóstico válido para que se apliquen los protocolos de intervención sanitaria pública sobre la persona que desea realizar el cambio, aunque ciertas condiciones cambian en el ámbito de la sanidad privada. Como de costumbre, en el proceso es imprescindible acogerse a uno de los lados del binarismo de género, decidir si eres una Barbie o un Ken y en qué narices te quieres convertir. A estas alturas deberíais saber que las categorías son despreciables y que los protocolos sanitarios están en el punto de mira nuestras críticas. En España podemos encontrar diferentes unidades hospitalarias especializadas en el proceso de transformación en algunas provincias de la península, en las cuales se funciona mediante un proceso de evaluación protocolario; no obstante, existe otro procedimiento llamado consentimiento informado, donde la paciente firma un documento que informa sobre la irreversibilidad del proceso y sobre las complicaciones derivadas de la cirugía y del tratamiento hormonal. Por contra, desde donde una escribe se realiza una evaluación externa, véase: ya no tienes pelo en el pecho, ahora te vamos a realizar una cirugía genital completa, ahora eres una mujer, ahora eres un hombre, lo que proceda en el caso. El colmo de los colmos reside en el hecho de que en algunos países, como en la Suecia de Bergman y de Lisbeth Salander, pedir la esterilización forzosa e irreversible es uno de los requisitos básicos para obtener la validez jurídica, pudiendo realizarse entonces el cambio registral y de género; mezclándose en este caso el reconocimiento jurídico con el cumplimiento de criterios médicos, evidenciando su voluntad represora y eugenésica. Según la legislación española, desde 2007 el cambio oficial se consigue si la persona trans acepta someterse a un proceso de hormonación por un mínimo de dos años, un período que no es casual ya que los endocrinos consideran que es el período habitual para que se produzca la esterilización del paciente. Amén de la esterilización, el procedimiento de hormonación tiene bastantes efectos secundarios sobre la salud de la persona paciente, que versan desde la disminución del placer sexual a alteraciones digestivas y en la coagulación, entre otros.
Según el punto de vista médico hay dos componentes en el trastorno de la identidad sexual que deben estar presentes a la hora de efectuar el diagnóstico. En primer lugar, deben existir pruebas fehacientes de que el individuo se identifica, de manera sólida y persistente, con el otro sexo, lo cual constituye el deseo de ser, o la insistencia de que uno pertenece, al género opuesto al asignado al nacer; no sería suficiente desear obtener las ventajas relacionadas con el otro género, sino que también es necesario que existan muestras del malestar provocado por el género asignado o un sentimiento de inadecuación hacia el mismo. Deben existir pruebas de malestar clínico significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes en la actividad del individuo. En añadido los expertos consideran que el diagnóstico no debe realizarse si el individuo padece una “enfermedad física intersexual” pues consideran que los individuos con trastorno de la identidad sexual poseen unos genitales normales. Sí o sí. Que nos cuenten lo que es normal, si acaso tienen huevarios como mis queridxs amigxs.
Amanda Lepore según David LaChapelle
Una importante estrategia a realizar a largo plazo sería construir un nuevo marco mental en el cual las personas trans no estén en riesgo de exclusión social, si es que integrarnos en esta sociedad es un hecho que nos pueda interesar en un momento dado. Desgraciadamente, aún demasiado a menudo las personas trans se encuentran expuestas a la violencia transfóbica, directa, indirecta, en las calles, institucional y social. Por todo lo anteriormente mencionado no resulta de extrañar que los casos de homicidios y agresiones de todo tipo sean bastante elevados entre estas personas adorables. Muchas personas diagnosticas (o no) del trastorno de identidad sexual acaban socialmente aisladas, un ostracismo que conduce a reducir la autoestima y puede contribuir al sentimiento de aversión hacia el entorno. El rechazo y las burlas constantes producen secuelas, inclinaciones al suicidio, trastornos relacionados con el consumo de sustancias, tendencia a la depresión clínica y a la ansiedad. El género desordenado quizás sea el más estable de todos, el menos sujeto al comportamiento socialmente estigmatizado, sólo falta que aprendamos a aceptarlo.
¿Por qué no se valora a la gente que transita, que no es ni hombre ni mujer sino ambas cosas? Repensar el propio cuerpo es un ejercicio que sólo está al alcance de unxs pocxs, desaprenderlo y desprenderse del mismo. No obstante, aún nos queda mucho por hacer hasta que lleguemos a dejar de considerar “guai” ser gay o moderna y desagradable ser lo que una misma construya, más allá de los estereotipos. Si uno cae en el agujero negro de los binarios -bueno y malo, moral e inmoral- tendrá la desgracia de perderse la apasionante infinitud integrada por la gama extendida en el espectro completo y más allá del mismo. Hay que aprender a eludir la perfección como objetivo, aprender a no agradar al profesor, al jefe, a los padres, al novio, a los amigos, en esencia a los otros. Verse tal como unx es y aceptarse. Ahí empieza el camino de liberación consistente en la mutación, no en el cambio de un parámetro a otro, aplicada en esta ocasión bajo los imperativos del libre albedrío. Saber vivir como unx desea constituye un arte en sí mismo.
Personalmente me siento trans, debido a que no encajo en el entramado, y sé que somos muchas las personas que no queremos encasillarnos en los esquemas que nos vienen impuestos. Genias de la provocación, sois sinigualas. Sin más dilación, la Doctora Laura Trans de todas las Insanas orgullosas y perras de toda índole, me despido reafirmando mi resistencia perpetua al binarismo y confirmando mi amor incondicional a las transitantes.

Recomendación del día: ser más trans que ayer pero menos que mañana, darle un giro a tu realidad y convertirla en otra cosa.


miércoles, 9 de octubre de 2013

029 Poetas de la dinamita

Última remesa sin tablao del aberrante programa Poetas de la Dinamita, con los siguientes ingredientes:
Kase-O – Sin Dios – Walter Benjamin – Los Vegetales - Pierre-Thomas-Nicolas Hurtaut – Mercedes Sosa – Amanda Núñez – Nino Bravo – Oscar Wilde – Lou Reed – Julio y los Guetorringos – Freddie Mercury y Montserrat Caballé – Amanda Lepore – The Four Seasons

Emiliano Ponzi - The Death of Postmodernism (2011)